De MakerBot a TangiBot ¿Dónde están los límites de un mal uso del código abierto?
Entre otras cosas, China es un país conocido por su innovación tecnológica, así como por una gran capacidad de producción a unos costes desproporcionadamente más bajos que los de otras economías. Como consecuencia de ello, son líderes mundiales en cuanto a clonaciones y falsificaciones tecnológicas se refiere, haciendo del “Made in China” todo un símbolo para ellos.
En este caso, hablamos de la clonación que llevaron a cabo de la impresora Replicator 3D de MakerBot, lo que supuso una protesta inicial y una contra-reacción por parte de la compañía de impresoras 3D de escritorio.
Estos clones de impresoras 3D, a menudo, dicen ser un diseño original. Desde que TangiBot, una imitación barata de Replicator de MakerBot, emergió, ha habido una serie de cuestiones que han surgido en cuanto a la postura ética de los que toman los diseños de código abierto y no hacen mención de su autor. Ante esta situación, las opiniones difieren.
Independientemente de la opinión de cada uno, la empresa MakerBot, a raíz de este incidente, cambió por completo su filosofía, patentando y cerrando el diseño de la que fue su próxima Replicator (Replicator 2).
Otra empresa que, según 3Dprintindustry.com, también falsificó las máquinas de MakerBot fue Print-Rite. Sin embargo, esta asegura ser pionera y líder en innovación en la industria de la impresión 3D.
¿Dónde está el mal uso de la impresión 3D de código abierto? ¿Cuándo debe considerarse algo plagio o falsificación? ¿Los límites están marcados por el ánimo de lucro?
Quizás todas estas preguntas se resuelvan cuando Autodesk lance, por fin, la impresora Spark 3D, como ejemplo de impresora de código abierto.
Las licencias Creative Commons son publicitadas como el mejor camino para aquellos que quieren compartir su innovación con la comunidad pero sin perder los derechos de autor, por lo que ningún miembro de la comunidad podrá hacer del material un uso comercial.
Fuente: 3dprintindustry.com
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