Si echamos la vista atrás o investigamos un poco, los más jóvenes, sobre cómo era la vida de nuestros padres o abuelos, encontraremos que hace algunas décadas la mayor parte de los utensilios o herramientas que utilizamos era de fabricación casera más que industrial. Las mujeres por ejemplo solían coser ropa para toda la familia o tejer jerséis y rebecas, las vasijas eran compradas a un alfarero que las hacía a mano y así también ocurría con cestas de mimbre o incluso con la comida que era mejor producirla de forma propia. Hoy esas cosas nos resultan lejanas. Los costes de producción se han abaratado de tal forma que comprar un jersey de lana es mucho más barato que el esfuerzo que empleamos en adquirir la lana y sentarse a tejer, pero hay algunas corrientes de pensamiento que opinan que esta tendencia puede invertirse de nuevo y que la causante de ello es la tecnología de impresión 3D.
La capacidad productiva de una impresora 3D se ha convertido en un medio para alterar el proceso industrial actual. Aunque la tecnología está de momento en una fase incipiente, su potencial es enorme ya que permite al público consumidor convertirse en una parte activa del proceso industrial. Las posibilidades que ofrecen estas máquinas son inimaginables y no importa si se trata de un jersey o de herramientas de cocina, objetos de decoración o piezas mecánicas. Por su parte, un estudio de la Universidad Tecnológica de Michigan anunciaba que un hogar medio estadounidense podría ahorrar hasta 2.000 dólares al año si muchos de los artilugios que utilizaba y tenía que adquirir, lo fabricaba con impresión 3D. Los investigadores tomaban como diseño 2o objetos de uso habitual y cuyos diseños se encontraban disponibles en Internet. Después de conocer su precio de adquisición y teniendo en cuenta el gasto en plástico, electricidad y la amortización de la maquinaria, el estudio señalaba el ahorro supuesto. Dentro de las aportaciones que la impresión 3D puede hacer se encuentra la del ahorro doméstico pero no es la única. En países en vías de desarrollo por ejemplo, esto puede significar un estímulo para la población, que anime a la investigación, que hasta ahora se ve truncada por la gran inversión que estos países deben hacer en medios y que no es posible llevar a cabo, obligando a una parte de la población a abandonar sus países y a que se produzca la llamada “fuga de cerebros”. Con una de estas máquinas se puede fabricar material de laboratorio que de otra forma costaría demasiado importar.
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