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En los últimos meses se han ido desarrollando eventos que hacen pensar que el futuro de los drones pueda tener que pasar necesariamente por una pérdida de nuestra privacidad como pilotos… Y eso no es necesariamente algo malo.
Vivimos tiempos de incertidumbre en el mundo de los drones. DJI, fabricante de drones número uno en todo el mundo, ha cerrado 2019 sin presentar ninguna gran novedad. Es cierto que hemos visto el Mavic Mini, pero no ha habido relevo generacional de ninguno de los buques insignia de la marca (Matrice, Inspire, Phantom o Mavic). Y no es que se hayan decidido dormir en los laureles, sino que muy probablemente estén a la espera de conocer cómo los distintos países van a regular el vuelo de drones en el futuro más próximo.
En este blog ya hemos hablado por encima de algunos cambios que nos depara el futuro: algunos inmediatos, como es la nueva normativa común sobre drones de la U.E., que comenzará a implantarse paulatinamente a partir de este verano; y otros a más largo plazo, casi utópicos, como es el sistema U-Space.
Sin embargo hace falta cruzar el charco y ver lo que está pasando en EE.UU. para entender que los fabricantes de drones se encuentran en un momento de incertidumbre: la guerra comercial de los EE.UU. contra China ha puesto bastantes trabas a la comercialización de los drones de DJI en el mercado norteamericano.
Consecuencias de la guerra comercial para el mundo de los drones
En primer lugar, la administración estadounidense lleva meses (el ejemplo más reciente, de este 29 de enero) dejando caer de forma un tanto sibilina dudas sobre la seguridad del tratamiento de los datos de los usuarios de drones chinos.
Por otra parte, por culpa del incremento de los aranceles, los drones de DJI terminaron subiendo su precio en EE.UU. un 15%, lo que sólo ha conseguido perjudicar a los consumidores y a la propia DJI, a la par que ha dado alas a la competencia local.
Y no es que quiera romper una lanza a favor de DJI y la forma en la que tratan los datos de los usuarios y sus vuelos, pero que desde EE.UU., cuna de gigantes como Apple, Google y Facebook, que recopilan y utilizan sistemáticamente los datos de miles de millones de usuarios en todo el mundo, resulta cuanto menos curioso. Parece que el objetivo del gobierno estadounidense es poner cuantas trabas sean posibles a DJI y otros fabricantes extranjeros. Ahora queda muy claro que los drones son la herramienta del futuro; y que su fabricación y comercialización va a dar cada vez más dinero; y esta es una forma muy intervencionista (de uno de los países que más se vanaglorian de las virtudes del libre mercado) de potenciar la industria nacional.
Es comprensible que traten de obtener una ventaja sobre DJI, ya que hay mucho dinero en juego; pero lo que resulta vergonzoso es que utilicen excusas tan descaradas como éstas para conseguir dicha ventaja.
Los planes de futuro de la FAA respecto a la privacidad de los pilotos de drones
En este contexto, la FAA (la Administración Federal de Aviación estadounidense) planea endurecer muy fuertemente los requisitos de los drones que vuelan en “cielo” americano, y de una manera que no nos va a gustar a los pilotos:
La propuesta de la FAA es que para poder volar un dron a una distancia mayor de 150 metros (recordemos que actualmente en España el límite son 500), el dron (o su control remoto) debe ser capaz de transmitir a través de internet muchísimos datos, tales como posición, velocidad, altitud y recorrido, así como el modelo del dron en cuestión, su identificador, y la identidad del piloto que lo controla. Todo esto para que pueda ser consultado por el público, y registrado durante un periodo de hasta seis meses.
Inconvenientes del sistema propuesto por la FAA
Creo que una propuesta de ley tan dura como la de FAA mete mucho miedo en el cuerpo a los usuarios de drones. A nadie le gusta ceder privacidad, y en un contexto en el que los pilotos ya se sienten perseguidos solo por el hecho de levantar un dron del suelo, sobretodo teniendo en cuenta lo estricta que ya es la regulación en casi todo el mundo respecto a zonas donde se puede y donde no se puede volar. Que todos tus datos se registren en cada vuelo parece a priori muy exagerado; casi como si un vehículo particular tuviera que registrar todos y cada uno de los movimientos que realiza para poder reportar a las autoridades cuándo te pasas de la velocidad máxima, cuándo pisas una línea continua y cuando pones un intermitente demasiado tarde. Por si fuera poco, que cualquier persona, sea quien sea, sea capaz de saber cómo, dónde y qué dron vuelas, es innecesario y hace a los pilotos sentir vulnerables.
Ventajas del sistema propuesto por la FAA
¿Dónde termina la seguridad y empieza el control de la privacidad? Personalmente entiendo que mucha de esta información sea imprescindible si soñamos en algún día poder volar drones compartiendo espacio aéreo con aeronaves tripuladas, al estilo de lo que propone U-Space. Tenemos que tener en cuenta que el uso de los drones por parte del gran público todavía tiene un gran desarrollo tecnológico por delante, y las leyes están en pañales tratando de anticiparse a algo que se les podría ir de las manos muy pronto. El vuelo de drones es todavía muy joven y lo más probable es que dentro de unos años volar un dron tenga muy poco que ver con lo que es ahora.
Sin ir más lejos, el pasado 3 de febrero el mismísimo aeropuerto de Madrid Barajas estuvo cerrado por el supuesto avistamiento de un dron en sus inmediaciones. No vamos a entrar demasiado en la polémica, pero no es la primera vez que un aeropuerto internacional toma medidas drásticas ante la alerta no confirmada de un dron. Casi una semana después, no se ha conseguido ninguna evidencia de que lo que vieron fuera realmente un dron (al igual que pasó en Gatwick), y a estas alturas es difícil que llegue a demostrarse. No obstante, el daño ya está hecho: docenas de vuelos desviados, cientos de retrasos; y otro titular que pone a todos los pilotos de drones (legales e ilegales) en el punto de mira.
La buena noticia es que todo esto podría evitarse en un futuro, con un sistema eficaz por el cual los pilotos de drones pudiéramos planificar y reportar nuestros vuelos a los responsables para compartir espacio aéreo con seguridad y sin incertidumbre con el resto de usuarios. Sí existen, sin embargo, varios pasos que tienen que darse para que esto sea posible:
1-Una tecnología estandarizada y accesible para que todos podamos acceder a ella.
2-Nuestra pérdida de privacidad sólo tiene sentido si a cambio se nos facilita el acceso a vuelos en espacios aéreos controlados. En caso contrario, estamos haciendo un muy mal negocio.
¿Cómo de probable es que se aprueben estos requisitos en EE.UU.?
Es difícil de saber. Esta propuesta, aunque formal, puede ser un simple globo sonda lanzado por los EE.UU. para tantear sus posibilidades de controlar el tráfico de drones a costa de la privacidad de los pilotos, o podría ir completamente en serio. Dependerá en gran medida de los fabricantes de drones estadounidenses, el poner el grito en el cielo si es que les compensa.
¿Cómo puede afectarnos la aprobación de estos requisitos en EE.UU.?
Todavía más difícil de saber. Puede que en un futuro la Unión Europea decida asemejar su normativa de drones a la estadounidense, en cuyo caso podríamos ver requisitos parecidos a los que aprueben allí. Puede que la Unión Europea siga queriendo regular los drones a su manera, pero que los fabricantes comercialicen los drones de manera internacional siguiendo los requisitos de los EE.UU., que es un mercado muy potente. Y por supuesto, puede que incluso en el caso de aprobarse algo tan restrictivo en EE.UU., en la U.E. todo esto quede en agua de borrajas.
El mayor problema es que cuando hablamos de drones, estamos hablando aún hoy de aeronaves a todos los efectos; y lo lógico por tanto sería que las normas sobre drones tendieran a unificarse.
¿Hasta qué punto deberíamos hacer públicos nuestros datos?
Esta creo que es la pregunta clave, y es que en la comunidad de los drones el atrevimiento de EE.UU. no ha caído demasiado bien. No obstante, teniendo en cuenta que los drones son aeronaves y que el espacio aéreo es de todos, es razonable esperar que los pilotos debamos estar sometidos a un control riguroso. Uno de los problemas en este sentido es que este control, sobre el papel, ya existe: las actividades con drones están muy restringidas en función de la finalidad del vuelo, su ubicación y el peso de cada aparato, y la queja muy común es que a la hora de la verdad, hay muy pocas cosas que se pueden hacer con un dron. Es por esto que conocer tanta información de cualquier vuelo de drones se puede interpretar como una caza de brujas más que como una medida de seguridad.
Por otra parte, también tenemos que entender que las normas que ya tenemos se han implantado por seguridad y por el temor que suscita que de repente el espacio aéreo se pueda llenar de miles de nuevos aparatos pilotados sin control. Si queremos tan siquiera plantearnos poder volar en muchas de las zonas que a día de hoy son virtualmente imposibles y poder entrar a formar parte por derecho propio del espacio aéreo controlado, tenemos que comprender que nuestros vuelos tendrán que dejar de ser opacos.
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